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104 l&STREILI\S EN El, CIELO el vencido .si la joven logra rebatir todos los argumen– tos que la presenten ... -Pero, calla, que ya entra el cortejo... Cerca del trono del Emperador tomaron asiento los cincuenta filósofos... Frente a ellos, en un humilde banquillo, se sentó también Catalina, radiante de her– mosura y con la mirada alegre y confiada. El Empe– rador hizo una sefial con una varita de oro y Catalina comenzó s1.1 disertación en medio de un silencio expec– tante. -Señor-comenzó diciendo la joven-: Cosa ex– trafia y sorprendente es que en esta disputa sin igual me hagáis hablar a mí la primera. Y digo sorpren– dente porque yo soy una joven que apenas ha salido de las aulas y mis contrincantes son cincuenta, todos ellos encanecidos en el estudio. Con todo, y para que veáis que no rehuyo la lucha, quiero pedir una gracia a Vuestra Majestad. Quiero que si con mis argumentos logro demostrar que mi religión es la verdadera y los cincuenta filósofos que están delante no son capaces de rebatirlos, Vuestra Majestad abrace la religión que yo profeso; de lo contrario, yo abrazaré la vuestra y daré culto a vuestros dioses. -No cs. a ti, hermosa joven, a quien toca dictar órdenes, ni poner condidones-<lijo ·el Emperador. En esto, uno de los filósofos, el tenido por más

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