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SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA 101 . -Pues eso mismo quiero yo; y en prueba de que nuestro amor va a ser eterno, te regalo este anillo como a mi querida esposa. El Niño Jesús se separó de los brazos de su Madre y, acercándose a Catalina, la puso el anillo de oro en el dedo y añadió : -Desde hoy tü seras mi esposa y yo seré tu esposo. Por aquellos días se oyeron en las caHes de Ale– jandría las trompetas de plata anunciando el decreto del Emperador. <cEl Emperador Maximiano, a todos los que estáti debajo de nuestro imperio. Salud. lfabiendo nosotros recibido grandes beneficios de la benignidad de los dioses, juzgamos que, en reconocimiento de su gran liberalidad, debemos ofrecerles sacrificios, y, por tan– to, os exhortamos y mandamos que vengáis a nuestra presencia para que mostréis con las obras el amor y reverencia que tenéis a nuestros grandes dioses; avi– sándoos que, el que no obedeciere a este nuestro man– dato y siguiere otra religión contraria a la nuestra, además de perder la gracia de los dioses inmortales, caerá en nuestra indignación y lo pagará con .la vida.>, Enterada Catalina del infame decreto y confiada en su fe y en la fortaleza que le daba el ser discípula de Cristo, se presentó ante el Emperador con el fin de exponerle lo absurdo de su edicto. Recibióla Maximiano con mucha a1egría, pues ha-
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