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c10n de la Santa Misa, en la que todas las religiosas reciben al Niño Jesús Sacramen– tado. ¡ Sólo la madre Clara está en su lecho de dolor! ¡ Sólo ella falta a este acto tan enternecedor! ¡ Cuánto la cuesta este sacri– ficio! Pero el Señor se lo pide y lo ofrece generosamente. Terminada la misa, el perfume del incien· so y el eco de los últimos villancicos siguf:l flotando en el aire conventual. Todas las re– ligiosas se dirigen a la celda de la madre Clara, que las recibe con la sonrisa en los labios. -¡ Qué pena, madre, que no hayáis po• elido asistir esta noche a los Maitines y a la · misa conventual!. .. Clara siguió sonriendo, y tomando fuer– zas para hablar, dijo a sus monjas: - Hermanas e hijas mías. Doy gracias y alabanzas a mi bendito Señor Jesucristo, que con mucho consuelo de mi alma he asistido a toda la función de esta santísima noche, y esto por intercesión de mi santo padre fray Francisco y por gracia de Dios. Pues he estado en la iglesia del santo padre Francisco y con los oídos de mi cuerpo y 25 2
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