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alma <le Clara durante los años que perma– neció en el tranquilo retiro de San Damián? ¡ Sólo Dios lo sabe! ¡ Cuántos sagrarios po– bres y cuántas iglesias necesitada¡;; supieron de la delicadeza de las m:anos de Clara y de sus fieles compañeras! ... Pero si el alma gozaba en aquella sole– dad, el cuerpo sufría enormemente. ¡ La en• fermedad siempre ha sido la compañera _in– separable de las almas privilegiadas! Duran– te doce años estuvo la virgen Clara clavada en el lecho del dolor como una mártir, y durante todo este tiempo, ni un solo momen– to perdió la delicadeza de su espíritu y la alegría seráfica de su corazón. 22

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