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I ~ E Ca:famaún, la gran ciudad dormida en fas ribe- ~ ras del lago Genesaret, salieron dos hombres vestidos con largas túnicas de lino; en la mano, un sencillo bastón, y en la cabeza, un turbante blanco. El cálor asfixiante del mediodía les hizo apretar el paso para llegar cuanto antes a Betsaida, pequeña aldea de pescadores situada muy cerca del Jordán. Iban hablando apresuradamente, y su conversación no podía ser más in• teresante para un israelita... -¿De modo ·que el Mesías vendrá pronto?-preguntó d más joven, de barba rubia como el trigo de Esdrelón. -Eso dicen nuestros sacerdotes-repuso el más viejo-'. Y hay quienes aseguran qU:e el tiempo mesiánico ha llega– do, pues las semanas de Daniel y la profecía de nuestro padre J acob se está cumpliendo a la letra. ;, Qué significa si no ese incircunciso idumeo que hoy gobíerna en Gali– lea?. Herodes es la mejor '})rucha· de que el Mesías está en– tre nosotros, o de que no tardará mucho en aparecer. El yugo de los romanos, con ser tan duro, no es tan ominoso para nuestro pueblo como los caprichos y deshonestidades de ese astuto idumeo... -Tienes razón-repuso el joven-, Herodes es un usur– pador infame del trono más sagrado de la tierra, y cuando

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