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XI ·~ día fué de una acti:vidad extraordinaria. Mas de c1.·n– ·L • c-0 mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, fueron saciados milagrosamente con sólo siete }:>anes y dos peces. Todos, apóstoles y multitud, estaban sobrecogido~ . ,de admiración ante aquel estupendo milagro; Solamente Je– ,aús conservaba su serenidad de siempre. -Preparad las harcas--.dijo a los apóstoleS'-mientrás yo despido a estas gentes, pues tenemos que pasar a ·Ja oh·a ,orilla del lago. Ninguno conocía la intención de J est'is al dal' aquella ,orden, 1 pero la acataron con el respeto de siempre; Cuando comenzaron á boga1· era ya anoche<lido. El lago parecía 1111 iumenso espejo, y la luna, con su luz pálida, :autnentaha aquella belleza. La calma de las aguas era mm:avillosa, por lo que fo5 apóstoles no forzaron la marcha, y menos quedrmdo como :había quedado en la playa Jesús; · ¿ En cuál de las harcas vendría el Maestro? Sin duda en la de Peclro; pero he aquí que, a pocos metr'os de distancia, apareció la harca de Simón :vacía. La intranquilidad comenzó a apoderarse de todos. ¿Dón– de habría qúedado Jeslis? Despedida la multitud, el Maestro se retiró a una ¡¡¡o:.
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