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B A J O E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 67 lo sgohemadores y reyes por amor de mí, para dar testimo– nio ante ellos y los gentiles. Cuando os entregaren, no os preocupe cómo o qué hablaréis,. porque se os dará en aque– lla hora lo que debéis decir. No se~éis vosotros los que habla– réis, sino el Espíritu del Padre el que hablará en vosotros. Cuando os persiguieren en úna dudad, icl a otra; y si en ésta os persiguieren, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que :venga el Hijo del hombre. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo; al alma 110 la lmeden matar; temed más bien a Aquel que puede per• dei· .el alma y el cuerpo en la gehenna. El que ama al '))adre y a la madre más que a Mí, nó es digno de Mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es Mí; el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, :no es digno de Mí. * * * Jesús terminó de hablar y se sentó. Junto a él lo hicie~ ron también Pedro y los demás apóstoles, en cuya mirada se notaba la intranquilidad y la preocupación. El cuadro pintado por el Maestro era tétrico en extl'mno : privacio– nes, persecuciones, traiciones... Un silencio em~arazoso rei– nó en torno a los doce. Jesús les miró a su vez sin abrir los labios. Quería saber lo que pensaban del' cuadro que acababa de pintar; quería conocer hasta dónde podía con– tar con ellos; pero ellos siguieron en su mutismo. Las palabras de J es1fa hablaban de sufrhnientos y abne– gaciones... ¿Pero qué doctrina, pensaban ellos, por insig– nificante que sea, no ha tenido que luchai- j}ara' abrirse camino? Pedro, sobre todo, se sintió con .fuerzas para aque,, Ho y para mucho :más. Su espíritu impetuoso, ac'ostum-
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