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IX /J OR la ladera reseca de una montaña subieron al atarde– cer Jesús y sus discípulos. El día había sido caluroso, y las multitudes agobiadoras. No es extraño que Jesús buscase en la soledad descanso para sus fatigados miembros. Con paso firme subió hasta lo más alto de la montaña, y en ella, al 1 pie de una roca, se dispuso a pasar la noche. Los dis– cípulos, sin saber qué pensar de aquella determinación, pen– saron bajar a Cafarnaún, pero el separarse de Jesús erá para .ellos un sacrificio, por lo que Simón, en nombre de todos, le hizo esta proposición :. -Maestro, ¿,poi· qué no te vienes con nosotros? Mira que la noche es fría y las fieras suelen merodear 'por estas sole– dades... -Es preciso que os deje solos esta noche-dijo Jesús, y se despidió ele ellos. * * * . , Por el camino polvoriento que lleva a Cafarnaún iban los discípulos comentando los sucesos de aquel día. Jesús er,a un hombre extraordinario. Su poder de hacer milagr~s era mayor que el que habían tenido los más grandes profetas de Israel, como Elías y Eliseo... Judas Iscariote, que hasta aquel momento había guar– dado un silencio extraño, preguntó con cierta ansiedad :

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