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B A J O E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 59 -Aparta un poco tu barca de la orilla. Simón cogió los remos y se dispuso a obedecer. Subió Je.. sús a la harca y, a los pocos momentos, una barrera de agua se interpuso entre el Maestro y la ansiosa multitud. Sentado en la popa, comenzó a predicar. La gente escuchaba con atención extraordinaria. Ni los profetas más .famosos de Israel, ni el mismo «Bautista)), cuya predicación estaba tan reciente, podían competir con la de Jesús. Los profetas habían hablado las más de las :veces de castigos tremendos y de catástrofes horrorosas. El «Bautista)), de penitencia, de austeridad, de pecados que necesitaban perdón... En cambio, Jesús hablaba de mansedumbre, de pobreza, de amor... ¡ Nadíe había hablado como EJ! Terminado el sermón, Jesús se despidió de todos y, did– giéndose a Simón, en cuyo rostro estaba grabada la.señal de una noche pasada en :vela, le dijo: -+Boga más adentro y echa las redes para pescar. -+Maestro-repuso Simón-, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; pero, ya que tú lo mandas, echaré las redes. , Inmediatamente de la harca comenzaron a caer las redes al agua con esa rapidez que sólo saben desarrollar los hijos del mar. Jesús les miraba sonriente, y cuando ya las redes llevaban un rato en el agua, les dijo : -Tirad de ellas. El esfuerzo fué inútil. Era tan grande la cantidad de pe– ces que habían cogido, que no se las forzó por miedo a rom– perlas. Aquello era un milagro. Ante el temor de inutilizar las redes, hicieron señas a los de las otras harcas para que vinieran a ayudarles. Tan abundante fué la pesca recog:ida, que se llenaron ambas barcas hasta arriba. El milagro era evidente. Durante la noche, más propicia para la pesca, nada

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