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IJAJO EL ANILLO DEL PESCADOR 4T ción, se le ocurrió una idea que a él le pareció feliz. Ape-. nas fuese de díá, iría a casa de su hermano Simón y le· diría lo que le ,pasaba, y hasta trataría de llevarle para,. que viese a Jesús. En efecto, aún no había salido el sol, cuando Andréa– fué en busca de su hermano. Le encontró remendando Ja,, redes. -Simón, hemos hall'ado al Mesías... Simón, sin levantar los ojos de la red, contestó : -',También dijiste que el «Bautista» lo era, y ya Vfüi• en qué ha quedado todo. El mismo lo niega rotundamente. _,,Sí... pero éste... Ven y lo verás. Simón, por complacer a su herma110, dejó las redes. y le acompañó. Apenas le vió Jesús, clavó en 'él la mirada y le llamó ¡1or su nombre. -Tú eres Simón, hijo de Jonás. Simón quedó sorprendido. ¿ Cómo aquel hombre le conocía sin haberle visto· nunca? La mirada del joven nazareno le entró hasta lo más pro-. fondo del alma. Simón se sintió conmovido. Aquel hom• • bre, de tan sencilla.s apariencias, era el Mesías. Aquella mirada tan penetrante, aquellas palabras tan serenas y ·tan Uenas de persuasión, aquel continente tan Heno de majes– tad, en una palabra, aquel joven que le hablaba, que le– miraha, que le sonreía tan dulcemente, no podía ser un hombre :vulgar. Jesús comprendió la vacilación de Simón y, para dade·· ánimos, le dijo con cariño:

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