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BAJO EL ANILLO DEL PESCADOR 43 Y los soldados, gente feroz y ladrona, también se le ;;acercaron y, im poco avergonzados, se atrevieron a prc– ~untar: -Y nosotros, ¿qué hemos de .hacer? Y otra vez el hombre austero para sí mismo fué suave :y benigno para los arrepentidos y sencillos de corazón. -Vosotros-eles dijo-no hagáís extorsión a nadie, n1 •denunciéis falsamente. Contentaos con vu~stra soldada. * * * Entre los que se acercaron con verdadera curiosidad al ,extraño 'Profeta estaba Andrés, hermano de Simón. Era Andrés muy joven todavía, y su espíritu, profundamente religioso, no pudo sustraerse a aquella misteriosa· figura. Le miró una y otra vez y quedó admirado de tanta auste– ridad y de tan gran desprendimiento, y sobre todo de la libertad con que hablaba. ¿Sería aquél el Mesías anuncia– .do por los profetas y esperado durante tantos siglos? Andrés no se contentó con ver a aquel hombre éxtraor– ·dinario; volvió inmediatamente a casa, y en el camino He •encontró con su amigo Juan. -Juan-le elijo en tono misterioso-, el Mesías está en– ·tre nosotros. -No digas esas cosas--repuso Juan'---'; tú sabes muy bien que el encargado de dar esa noticia no debe ser un joven como tú, sino los sacerdotes. -Si no soy yo sólo el que lo dice; es todo el ipuehlo. --;Me es igual. El pueblo es siempre crédulo y alboro- tador y con poco se exalta. No es el primero que ha sus– citado ya esta idea, y los sacerdotes, para evitar revuelos inútiles, se han reservado el derecho a declarar la lle1?:ada

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