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30 's¡l.LVERIO DE ZORITA concusa, todas las demás yerdades quedan convertidas en figuras muertas. Estas últimas palabras ·Ias pronunció Jonás con tal aire de orgullo, que Simón no pudo menos de mirarle admirado. -Espero que Yahvé recibirá mi .ofrenda-dijo Simón, con un tono de voz li'eno de ternura y confianza. -Sí, hijo mío. Yahvé no rechaza nunca una ofrenda cuando ye que procede de un corazón puro y generoso. Recuerda el sacrificio del justo Ahel. ccAgradóse Yahvé; dice la Escritura, de Ahel y de su ofrenda porque era he– cha con pureza y con generosidad.)) -eMuchas veces he llorado al oírte relatar esa historia, así como la del obediente Isaac y la del casto José. -,Eso me prueba que tienes un buen corazón, hijo mío. Yahvé no puede menos de bendecir al que sabe compa– decerse de las miserias del prójimo. Jonás cortó bruscamente el diálogo. Entre los peregri– nos se levantó un griterío inmenso. ¡ Eran algunas muje– res que :viajaban en los camellos y en los asnos y habían visto en lontananza las torres del templo ! Una conmoción· extraña se apoderó de todos. Simón llo– raba de gozo. Habían llegado a la cumbre del monte de los Olivos. Los peregrinos derramaban lágrimas de alegría. Se reanudaron los himnos con más entusiasmo y fervor. Los jóvenes aplaudían. Los viejos miraban una vez más~ con ojos cargados de tristeza, aquel templo, en el que tan– tas gracias habían conseguido y en el que tantas. emocio– nes habían gozado, y todos apresuraban el paso, atraídos por la misteriosa fuerza del templo más famoso de la tierra. Al entrar en Jerusalén, la aglomeración era imponen– te. Judíos de todas las partes del mundo habían acudido a ofrecer sus dones el día de la Pascua. En las !puertas de la

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