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B A J O E L A N l L L O D E L P E S C A D O R 23 precisamente quiso Yah:vé que todos nuestros p:t:imogénitos se los ofreciésemos en señal de gratitud. Desde aquel dfa los prodigios se fueron multiplican– do, hasta que nuestro pueblo entró en esta tierra, que ma– naba leche y miel. Estas últimas palabras las dijo Jonás con marcada tris– teza, ')mes él tenía que ganar el pan trabajando en los du, ros trabajos del mar. -Nuestros padres-prosiguió Jonás---;vivieron muchos años en paz, pues Yah:vé no sólo puso en sus 'manos a su,; enemigos, sino también fabulosas riquezas. Pasaron los años, y con los años muchas cosas, de las cuales sólo queda ya el re.cuerdo. Nuestros padres foeron perseguidos y lle– vados a la cautividad por un rey impío, y allí aprendieron de .nuevo a comer el pan del destierro amasado con lágri– mas. Pero hoy, según corren voces entre la gente sencilla y entre nuestros doctores, el Mesías prometido por Yahvé a los profetas está a punto de llegar, si es que ya no está en medio de nosotros. ¡ Qué alegría para nuestro pueblo el ver sometidos a todos nuestros enemigos y, sobre todo, el 1 poder sacudir de una vez para siempre el yugo férreo de los romanos, que no sólo nos han quitado la libertad, sino que pretenden quitarnos nuestra religión'!. - ¡ Esto es lo que más debe entristecemos ! -añadió la mujer de Jonás con la vpz conmovida---;, Como Simón Ma– cabeo, debemos estimar más morir que :ver perdida la re– ligión de nuestros mayores... Mi hijo se llama como el gran general, y mi mayor satisfacción sería que fuese tan aguerrido y tan religioso como el valiente Macabeo puyo nombre lleva. '--;,Dejemos esas conversaciones tristes-dijo Jonás-, y celebremos con alegría nuestra venida a la Ciudad Santa.

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