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238 SILVERIO DE ZORITA Los tres caminantes se encontraron en la puerta Cape-– na. Pedro, al ver de cerca al misterioso peregrino, comen– zó a temblar. --..;¿ Qué te sucede?'--preguntó Silas alarmado. -s¡ j Es el Señor!! Y ambos cayeron de rodillas. -Quo vadis, Domine?... ¿Adónde yas, Señor?➔re­ guntó Pedro emocionado. -,Voy a Roma a ser de nuevo crucificado-respondí~ Jeeús, y desapareció. Los momentos que siguieron, ni Pedro ni Silas. los pu– dieron contar. Pasada aquella especie de éxtasis, Pedro se levantó del' suelo y, mirando a Silas, le dijo: -¿Has oído, hijo mío? El Maestro quiere que volva• mos a Roma; la voluntad divina está claramente mani~ festada. Silas no habló, pero en su interior vió clarament€? dí. :bujada la gran tragedia. Con un valor de ellos mismos desconocido regresaro111. a la ciudad. Fueron directamente a casa de Miryam, la cual, al verlos, sin poder dar crédito a sus ojos, les pre– guntó: --+¿Cómo aquí de nuevo? --..;He :visto al Señor--..;repuso Pedro-y me ha dícho que· debo permanecer en Roma. La noticia de la :vuelta de Pedro llenó de alegría a lOi cristianos.· En, el•·Ostriano •ren Trastevere se reanudaron los sagrados Misterios presididos por el Vicario de Cristo, y el número de fieles comenzó a aumentar de día en día. Pero a m_edida que los cristianos se multiplica.han, ere• cía el odio contra ellos. Cierto día &e presentaron ·en ca.ia '.

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