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B A J. O E L A N l L L O D E L P E. S C. A D O R 235 colocaron ambos ante el palco del emperador, y con :voz temblorosa por la emoción gritaron: Ave Caesar lmpera– tor, morituri te salutant. Nerón se levantó, dibujó en sus gruesos labios una son– risa cruel y dió orden de comenzar la lucha. El pueblo si– guió ansioso los incidentes del combate. Apuestas, gritos, aplausos, todo se :foé sucediendo con ra):>idez vertiginosa. De pronto, uno de los gladiadores, adelantándose temera• riainente a su contrincante, le clavó el machete en el cue– llo... La sangre brotó caliente y espumosa, y un instante 1lespués cayó el herido en la ·ardiente arena. ;.....;Peractum est-;gritaron mil voces; y el :vencedor di– bujó en sus labios la más amplia sonrisa. Silas, desde su asiento, .vió aquella escena horripilante y pensó que dentro de breves momentos saldrían a la are• na los cristianos, y ante este pensamiento, los ojos se le nublaron y el corazón le dió un vuelco. Sonaron las trompetas de plata. La multitud guardó si– lencio, coinó le guarda la fiera cuando en 'el bosque se pre– para para arrojarse sobre la presa, y por una ):>uerta estre– cha salieron en ordenada procesión los cristianos. Silas clavó los ojos en aquel grupo de inocentes víctimas que iban a :regar la· ardiente arena con su sangre por de– fender, su fe. Nhíos, jóvenes, ancianos, todos estaban uni• dos en un solo anhelo y una sola oración. El 1pueblo, ansio– so• de sangre, miraba con odio. De pronto, del fondo de aquel. grupo salió una voz fina, yoz de niño, que enton6 :' Christus vincit.,. Christus regnat... Fué la señ~l de ala:mui, La turba comenzó a gritar : _.. j Las fieras, los cristianos a las fieras'!j Se abrió una puerta de hierro, y seis leonts de melenas amplias y húmedas saltaron a la arena. Lévantarón la ea-
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