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226 SILVERlO DE ZORITA hijos; Neptuno, con su tridente; Baco, coronado de pám• panos; Pan, tocando la flauta, y otros muchos dioses y dio– sas que, con sus posturas más o menos estudiadas y pro:vo– eativas, servían de adorno a aquel magnífico recinto. Pero en medio de aquella opulencia se :veían rostros tristes y preocupados. Todos conocían el carácter de Ne– rón, sus caprichos, sus. veleidades, y cada uno temía caer en su desgracia. El mismo local era ya un síntoma de tra– gedia. En aquel mismo pavimento de mármol blanco había caído el cuerpo de Calígula, asesinado por Casio. Allí ha– bía sido degollada su mujer, y contra una de aquellas co– lumnas había sido estrellada su hija. En aquel mismo lugar había muerto de hambre e:1 niás joven de los Drusos, el cual, en un momento de desespe– ración, llegó a comerse sus 1 propios dedos. Allí había muer– to Claudio, agitándose en las convulsiones desesperantes de la más horrorosa agonía... En una palabra : aquel pa– lacio, centro de las mayores riquezas, había sido también tes– tigo de los crímenes más horrendos. No tardó en llenarse el patio contigno al gran salón de esclavos y pretorianos, reclutados expresamente para ser:vir y guardar el orden aquella noche. A una señal del maestresala, criados elegantemente vestidos comenzaron a colocar en una mesa de madera de sándalo liras, cítaras, flautas y otra infinidad de instru– mentos. En otra mesa, forrada de los mármoles más di– versos, se colocaron toda clase de :vasos, platos y jarrones de oro y plata. Y en medio de las dos mesas, otra forrada de plata y oro. y sobre ella variados candelabros de bronc~ con :Profusión de lu~.
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