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.224 SILVERlO DE ZORITA -'-Ya te habrán dicho lo convenido. Mi liija ha pedido tres días 1para pensarlo... -.Me parece muy bien. Es para toda la :vida, y la pru– dencia de tu hija la juzgo muy lógica. Pero mi hijo cuenta los días y las horas. Tan prendado ha quedado de la her– mosura y de la bondad de Petronila. Pero mientras Cayo contaba las horas, Petronila qraha y lloraba. ......;¡Oh Jesús-decía~, Tú que pusiste tus castas manos so– bre mi cabeza, no permitas que hon1hre alguno toque· mi cuerpo!'... Al tercer día, Petronila recibió con gran fervor la Sa– grada Comunión y se dispuso a recibir a Cayo. No tardó éste en llegar, acompañado de Silas. Venía adornado con sus mejores galas y con la satisfacción pintada en el rostro. Subieron a la habitación donde Petronila se había reti– rado, y al entrar la encontraron muerta, envuelta en su am– plio manto de :virgen. Cayo creyó enloquecer. Se postró a los pies de la que tanto había amado, y la regó con sus lágrimas... Cuando Pedro supo la triste noticia, se arrodilló devota– mente y, elevando los ojos al cielo, hizo esta sencilla oración: -; ¡ Oh Señor, Tú que pusiste tus manos castas sobre la eabeza de mi hija, y no has permitido que :mano de hom– bre la tocase, acepta para siempre el lirio inmaculado de su ·virginidad.!1.. •:
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