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222 SILVERIO DE ZORITA latrías. Ahora, extrañados de que no concurráis a su desen– frenada liviandad, os insultan... Ante todo, tened los unos para los otros :ferviente cari– dad, porque la caridad cubre la muchedumbre de los peca– dos... Bienaventurados :vosotros si por el nombre de Cristo sois ultrajados, porque el Egpfrítu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros... Cuando terminó Pedro de hablar se acercaron los día-– conos con unos cestos de pan y unas ánforas de vino. Aque– lla noche Pedro celebró los santos Misterios. Antes de comenzar la ceremonia, un grupo de jo:venci-– tas, envueltas en mantos blancos como la nieve, se arrodilla– ron a los pies de Pedro. Eran las :vírgenes que habían con– sagrado su virginidad al Divino Esposo. Al :frente de ell'as estaba Petronila, radiante y hermosa como un sol. Todos miraron a aquellas jóvenes con el más profundo, reS'}>efo. Sólo Cayo Flaco se inmutó al ver al frente de aque~ Jla procesión a la que él había elegido para esposa. Comenzaron las sagradas ceremonias. Sobre una mesa se· colocaron los panes y las ánforas de vino. Los cantos litúrgi– cos resonaron como música de un mundo mejor, y llegado· el momento sublime de la Consagración, Pedro pronunció las palabras sacramentales sobre el pan y sobre el vino. EI momento :fué de una inmensa emoción. Todos comulgaron, Pedro el primero; después, los presbíteros y diáconos, : últimamente, los fieles, hasta los niños de pecho. Pasaron algunos momentos de celestial recogimiento;· después los diáconos, tomando parte del Pan consagrado, lo envolvieron en blancos pañizuelos y lo fueron· entregan– do a los fieles para que cada uno llevase el Sacramento a: su casa. : Todos éoínenzaton. a salir ordenadamente y en silencie~
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