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XXX ¡/J EDRO y Silas tomaron la Vía Patricia y, dejando a un lado los rest~s de las murallas de Ser:vio Tulio, entra– ron en la V1a Nomentana. Ya en las afueras de la ciudad, y ~n dirección de la Vía Salaria, llegaron a un gran ,,campo ondulante y arenoso, en el que, de trecho en trecho, ,se veían las losas blancas de algunos sepulcros. Era de noche. En el cielo brillaban las estrellas, y a lo 'lejos se oía el ruido sordo y confuso de la ciudad y a unos pasos se veían pa11padear las luces pálidas de unas lintern,as. A medida que Pedro y Silas se separaban de la ciudad, ,el número de luces parecía multiplicarse. -¿Es aquello el Ostriano de que me has hablado?-pre– guntó Pedro. -El mismo. Ahora :verás el fervor de estos ~rístianos. -¿No habéis podido elegir otro lugar mejor para re- uniros? ,.....;.No; los sepulcros y los terrenos que les rodean estan Tespetados por las leyes civiles, y gracias a eso podemos -celebrar libremente nuestras funciones religiosas sin ser mo– lestados. Entraron en un angosto barranco, al final del cual se elevaba un gran muro cubierto de yedrn.
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