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20 SJLVERIO DE ZORITA Salieron de Betsaida al amanecer de una mañana fres– ca de septiembre. Los sembrados estaban ya abarbechados y las viñas recién vendí.miadas. Las torres que habían sido construídas en la primavera estaban ahora medio abando– nadas; las cercas de los viñedos, derruídas en algunas par– tes por los mismos pastores, con el fin de dejar paso a lo5 rebaños de ovejas y cabras.. El paisaje no era, en :verdad, muy agr~dable, y la tierra, calcinada por los calores d~l verano, estaba agrietada y sedienta. Cuando llevaban un día de camino, preguntó a Jon,ás su esposa: -¿Llegaremos pronto a Jerusalén? ---.No; aún nos quedan, por lo menos, dos jornadas; pero no te apures, pues Yahvé está con nosotros. -No lo digo •por mí, cuanto por el niño. -Creo que nada malo le sucederá; el tiempo es bueno, y él se cría muy fuerte. Llegaron a Betania y, después de descansar y tomar un pequeño refrigerio, subieron la sua:ve ))endiente del monte de los Olivos, desde cuya cumbre vieron la ciudad de Je– rusalén en todo su esplendor. Los rayos del sol herían las planchas de metal del templo, que parecía desde aquella altura un ascua encendida. No es ,para descrita la emoción que embargó a nuestros peregrinos, y Jonás señaló con el dedo, uno por uno, los edificios más sobresalientes, y de una manera especial, ~e detuvo señalando la belleza y gran– diosidad del templo de Yahvé, único en el mundo. Bajaron llenos de alegría la pendiente del monte de los Olivos y entraron en la ciudad con la emoción que es

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