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216 .SILVERIO DE ZORITA riñosamente, añadió- : El Señor te conserve skmpre en su gracia.. -.;Así sea.....crespondió Petronila, con voz dulcísima. ~¿Tú conociste al Maestro, hija mia?-volvió a pre• guntar Miryam. -.Sí; y nunca podré olvidar su bondad y su ternura. Siendo yo muy pequeñita, mi padre me llevó a su lado y i;:1, tan amante de los niños, me dió su bendición. -¡ Qué dicha la tuya, hija mía!. .. Mientras Miryam preparaba la cena, Silas preguntó a Pedro: '-'-i, Qué impresión te ha producido Roma? -Deplorable. No se ve en ella otra cosa que luio des– medido junto a la mas terrible miseria. -El emperador sólo piensa en diversiones y en juegos -dijo Silas---', y si el Imperio dura mucho en. sus manos, no tardar'á. en deshacerse. Los tributos son cada vez mayo– res; los convites del emperador suponen cantidades fabulo– sas, y el pueblo, mientras tanto, se muere de hambre. Ayer le vi en su magnífica carroza, y me horrorizó. Tiene la ca– beza enorme y la cara, desde lejos, parece la de un niño. Vestía una túnica de color amatista que aumentaba el color violáceo de su rostro. Los cabellos, oscuros, los llevaba ri• zados, según la última moda, y superpuestos en cuatro hile– ras de bucles. Iba afeitado compJetamente. Dicen que los cuatro pelos que tiene de harba se los ha consagrado a Jú– piter, pero, según malas lenguas, se los ha quitado porque se encontraba muy feo. Esto es más verosímil, pues Neron, como todos los hombres embrutecidos por el vino y las mu– jeres, cuida mucho de aparecer hermoso con esa hermosura que degrada al hombre. Mientras Pedro y Silas estaban en estas conversaciones,
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