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B A J O E L A N I L L O D E L l' E S C A D O R 211 manidad : ¡ el documento de la fraternidad universal de to– dos los hombres!.) El recibimiento que se dispensó a Pablo y sus compañe,,, ros al entrar en Antioquía fué emocionante. Reunidos todóij los fieles en la sinagoga, escucharon con santo recogimien– to la carta de los apóstoles. La cuestión había sido zanjada definitivamente, y todos supieron desde entonces a qué ate~ nerse. Un día se corrió la grata notfoia de que Pedro :venia a Antioquía. Todos a.cudieron a recibirle. Estaba múy en:ve~ jecido. ,La harba, blanca como la nieve, le daba un aire de· extraña bondad. Sé dirigió a la ·sinagoga y, como Jefe de la Iglesia, celebró aquella noche los santos Misterios. Entre los asistentes ocuparon lugar destacado Pablo, Bernahé, Ju– das y Silas. Se cantaron, como de costumbre, algunos sal~ mos, y al final se celebró el ágape. Como la venida de Pe– dro había sido tan grata, se sirvieron a la mesa los más ex 0 quisitos y variados man".¡ares. Pedro comió de todos, aun de los prohibidos por la Ley de Moisés. Cuando mas animado estaba el ágape, entraron algunoli' fieles venidos de Jerusalén. Se les recibió con todo cariño y, después de lavarles los pies, se les hizo sentar a la mesa. Los recién llegados, al ver manjares prohibidos, se levanta• ron escandalizados. Pedro, contrariado por aquella actitud, se acercó a ellos y, para que no se avergonzasen, comenzó a comer en su compañía. Los cristianos de la gentilidad, al ver a Pedro obrar de aquella manera, quedaron suspensos. -¿Será verdad que Pedro se arrepiente ahora de lo que hasta hace unos momentos ha· estado haciendo con nos– otros? ¿La carta de Jerusalén no tendrá valor ninguno?
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