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XVIII os caminos de Siria, El Ponto, Galacia, Capadoda, Asia, Bitinia y Roma vieron pasar la figura hierática de Pedro como una :visión de paz. Sus predicaciones eran semilla de nuevas cristiandades, y por todas partes iba dejando establecida la sociedad de la nueva Iglesia. Por este tiempo perdió a su esposa, y no es para descrito el dolor que experimentó al verse privado de una tan fiel colaboradora en los trabajos apostólicos. Lloróla d11;rani:e varios días, y en su corazón guardó siempre el recuerdo imborrable de la ee1Josa muerta. Pasados los días de luto, Pedro reanudó sus tareas apos– tólicas. Su actividad fué asombrosa; sus viajes, continu6s; su caridad y su abn~gación, a toda prueba. No tardó en extenderse la doctrina de Jesús por todas partes, gracias a la labor ímproba de tan celoso propagan– dista. Era la levadura descrita por Jesús, que fermentaba si– lenciosamente eri la masa informe del paganismo; era el gra– no de mostaza, que crecía tan extraordinariamente, que las aves del cielo venían a anidar en sus ramas; era la reéL que, arrojada al mar del mundo pagano, arrastraba tras de sí toda clase de peces, judíos y gentiles. El gran 1 persegu:idor de la Iglesia.Pablo de Tarso, con-

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