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202 SILVERIO DE ZORITA con todo lujo de detalles. El presó era importante, y todo lo que se hiciese por darle bombo sería poco. Se reforzaron las guardias, en e:vitación de un motín, y se sujetó al reo a dos soldados. Aquella misma noche, víspera de la ejecudón, estaba Pedro durmiendo, y un ángel del Señor, que llenó de luz el calabozo, se acercó a él y, tocándole en el hombro, le des– pertó. · Pedro, al ver aquella extraña luz, quedó atemorizado. -Levántate presto-le dijo el ángel. Pedro se levantó y notó que las cadenas con que estaba sujeto se caían de sus manos. -Ponte el ceñidor-le advirtió el ángel----'y cálzate las sandalias. Pedro obedeció mecánicamente. --'-Toma tu capa-añadió aún el ángel-, y sígueme. Pedro siguió al a,ngel, sin acertar a entender lo que su- cedía. Atravesaron la primera y segunda guardia de la prisión, y nadie les molestó. Al llegar a la gran puerta de hierro que daba acceso a la calle, Pedro pudo ver que se abría sola para darles paso. Enfilaron una calle larga y estrecha, y al final, el ángel desapareció. Pedro, al :verse solo, sintió como que despertaba de un sueño, y, vuelto en sí, dándose cuenta de lo sucedido, ex– clamó: --'Ahora sí que conozco que el Señor :verdaderamente ha enviado a su ángel y me ha librado de las manos de Hero~ des y de la expectación de todo el pueblo judaico... Loco de contento se fué a casa de María, la madre de Juan Marcos, donde sabía estaban muchos fieles reunidos.

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