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B A J O E L A N 1 L L O D E L P E S C A D O R 201 y a Caifás y a los principales ancianos y sacerdotes, y les dijo: ~¿ Qué os rparece mi determinación? -'Muy acertada->contestó Anás. -Creo que el pueblo está loco de contento y pide a gri- tos la muerte de Pedro. Ya he dado orden de prenderle, a fin de que, pasadas las fiestas de la Pascua, podamos entre– gársele. *** -Te advierto-repuso Ana$'---', que eso tiene ;más impor– tancia de lo que tú te figuras. Es el jefe y sucesor del Na• zareno, y esos fanáticos harán todo lo posible por impedir que se le dé muerte. Habrá que hacerlo con gran sigilo para evitar un motín. Llegó la fiesta de la Pascua. Herodes, con g1·andes deseos de bienquistarse -con los sanedritas, señaló el día para en• tregar a Pedro. En la cárcel de Jerusalén, en el más oscuro y hediondo calabozo, estaba el apóstol cargado de cadenas. Dieciséis hombres de la mayor confianza fueron encargados de vigi– larle. Herodes, siempre supersticioso, temía que aquel hom– bre de aspecto vulgar podría escaparse de sus manos gracias a alguna extraña brujería. Mientras Pedro sufría en aquellas mazmorras hediondas, la Iglesia no c.esaba de orar por él. Llegó el día señalado. En la plaza pública se había le– vantado un gran tablado para que todo el ".pueblo pudiese, contemplar a sus anchas la ejecución. La propaganda se hizQ

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