BCCCAP00000000000000000000913
XXVII Y N el palacio de Herodes había un movimiento extraño. L Los sacerdotes y los escribas entraban y salían nervio– samente, unas veces con la sonrisa en los labios, otras con la dece}?ción pintada en el rostro. ------,No se acaba de decidir-dijo malhumorado Caifás-. Será menester que nosotros tomemos cartas en el asunto. -No te desesperes-repuso Anás, más :viejo y m'ás astuto que su yerno-. Herodes teme a esos hombres, lo sé. Ha oído contar muchas cosas de ellos, y ya sabes lo supersticio– so que es. Tiene el palacio lleno de adivinos y agoreros, a quienes mima y protege... ->¿Se puede?--J_preguntó desde la puerta un alguacil de rostro congestionado y manos gordezuelas. ->Pasad-dijo Amis, dibujando en sus labios una sond.sa picaresca. -,Herodes, mi señor, me manda a que os entregue este pergamino-dijo el alguacil, y, haciendo una profunda re– verencia, salió. -¿No te dije yo que lo firmarfa?;.-erepuso Anás muy 01;- gulloso. ' -Veo que tu astucia no tiene límites-añadió Caifás-, y creo .llegada la hora de borrar de la faz de la tierra el nombre odioso del Nazareno... En las calles de Jerusalén se oyó el toque de un clarín
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz