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190 SILJlERIO DE ZORITA Pedro quedó un momento pensativo, sin saber qué ha-– cer. Luego, le:v:antando la :voz, mandó a todos que saliesen de la sala. Quedóse él solo con la muerta, púsose de rodi– llas y oró... Así estuvo unos momentos; después se levanté. y, acercandose al cadáver, dijo con :voz fuerte: -Tabita, levántate. La muerta abrió los ojos y se sentó en las •parihuelas donde la habían colocado. Pedro, sin perder la se~nidad, la cogió 'por la mano para ayudarla a bajar de las parihuelas y, cuando estuvo de pie en el suelo, llamó a todos. La. impresión que recibieron al :verla fué de asombro. Las lágrimas de las viudas se reanudaron, esta :vez de ale– gría, y salieron como locas a anunciar el milagro por toda la ciudad. Pedro pasó algunos días más en Joppe instruyendo al pueblo, ho11pedado en cua de Simón el curtidi>r.
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