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'188 SILVERIO DE ZORITA más pe1·entorias. En Lyda la :más urgente era la curacióm de un hombre muy piadoso llamado Eneas, que estaba pa– ralítico hacía ocho años y no podía moverse de su camilla. Hablaron a Pedro del enfermo, y el apóstol fué a casa; de Eneas para consolarle con su :visita. Acostado en una cama de juncos, mal envuelto en unas miserables ropas, estaba Eneas triste, pero resignado. Al ver a Pedro entrar en su casa, comenzó a llorar de· gozo y hasta hizo un esfuerzo para levantarse, esfuerz0: que fué completamente inútil. Pedro se acercó al enfermo, le dió la ni.ano y le dijo, con acento confidencial. -;Eneas, Jesucristo te sana, Levántate y coge la camilla.. Eneas, al oír aquellas palabras, sintió por todo su cuer– po una especie de escalofrío, y en las piernas, hasta enton• ces completamente anquilosadas, un hormiguillo que le in– citaba a moverlas. Lo hizo así y vió que obedecían a sn voluntad. ¡ Estaba curado!. De un salto se puso en pie. Por las calles de Lyda se oía repetir : _;_Pedro ha curado a Eneas. El milagro fué ruidoso. Los habitantes de Lyda, que aún no habían recibido el bautismo, lo hicieron aquel día, y lo mismo sucedió con.los de la pequeña aldea de Sarona~ Pedro pasó algunos .días en Lyda instruyendo a aque- llos sencillos habitantes, y allí hubiera permanecido más– tiempo si no fo hubieran llamado de Jopipe con urgencia. La despedida de Pedro fué de fo más emocionante. To– dos los habit~ntes de Lyda le acompañaron hasta las puer– tas de la ciudad, y los que no pudieron seguirle hasta Joppe– le siguieron con los ojos hasta que desapareció en el ho..– rizonte.
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