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B A 1 O EL A N l L LO DEL PES, CAD O R 17.7.. un levanfamíento popular. El «caso de, Jesús dé Nazarei:» había sido de los más peligrosos, •pero hábfa sidó sofo~ •cado. ¿No había derecho a esperar lo mismo con el «casm{ de sus discípulos, más ignorantes que su Maestro? Pero la curación del tullido de·· Ja puerta '«Hermosa>:, 'y, 1a trágica muerte de Ananías y su mujer les hizo pensar y .aun temer. Giertó. día vol.vieron a en'con:trár 'a Pedro 'en 'ei. ~trio .·de Sal~món hablando· públicamente. Utia: 'm:ultitb.d: in~en:! sa le escuchaba embebecida. Algunos fariseos se'ine~clar<>rl ,entre la gente y quedaron admirados de la extraña elocuen• ,ci:a de aquel hombre que no había tenido otro oficio que ,el de pescador. El pueblo no acertaba a separarse de Pe• ,dro, y era tanta la fo que tenía en él, que ponía a los en– fermos en las calles y plazas por donde había de pasar ,para que al menos les tocase su sombra, pues era suficien– .te ipara devolver la ealud. De todos los pueblos y aldeas contiguas a Jerusalén lle– :gaban· inmensas caravanas de enfermos, y Pedro les cura– ba a todos. La obra de Jesús de Nazaret no había terminado. Su, .enemigos habían propalado a los .cuatro :vientos que el Cru– ,cificado había desaparecido para siempre en las sombraa del sepulcro, y aquellos hombres sencillos decían lo con• :trndo y lo demostraban con estupendos milagros. La 1 pugna entre los sanedritas y los apóstoles foé ~neo-·. '!lada. Junto al lenguaje frío y c:alculador de los sacerdotes, ~staba la palabra ardorosa y con:vicente de los apóstoles, ,:¡ue, sin miedo a nada, en las calles y en las plazas pro– damaban que Jesús de Nazaret había resucitad(>.

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