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B A J O E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 163' -Arrepentíos ele :vuestras culpas y bautizaos en el" nom– bre ele Jesucristo; de este modo recibiréis el don del Es– píritu Santo, porque la promesa es para vosotros, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, y para cuan– tos llamare a Sí el Sefior Dios nuestro. El sermón de Pedro produjo inmediataipente su fruto, Unas tres mil personas recibieron aquel mismo día el bau– tismo. La naciente Iglesia crecía como la espuma, y era tal el fervor de aquellos primeros fieles, que, vendiendo cuanto tenían, el precio lo ponían a los pies de los apóstoles. Pron– to el imeblo sencillo comenzó a alistarse en la nueva socie– dad, Pedro, de te:rrtperamento nervioso y emprendedor, no cesaba de dar órdenes para que se atendiese debidamente a todos los que,,,con sincero arrepentimiento, llegaban pi– diendo ser admitidos en el seno de la Iglesia. Tan extraño movimiento religioso no pasó desapercibi– do a los miembros del Sanedrín. Sabían detalladamente Jo ocurrido e.l día de Pentecostés, y tomaron sus medidas : su política astuta y calculadora les aconsejó no precipitar• se, y menos en aquellos días, en que la gran afluencia de forasteros 1 podría ser causa de un 'motín. De momento opta• ron por hacer la vista gorda y esperar tranquilamente a que los acontecimientos se fuesen aclarando por sí solos. Las precauciones de los sanedritas no pudieron ser ni más astutas ni mejor estudiadas, pero sobre ellas estaba ]a Providenci,a de Dios, que iba llevando suave y fuertemen– te a su Iglesia, La nueva doctrina se extendió rápidamen– te; la misteriosa levadura .comenzó a obrar en la masa in• forme del paganismo; el minúsculo grano de 'mostaza extendió extraordinariamente sus ramas y, no tardando: mucho, vendrían a anidar en ellas las aves más distantes.
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