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B A J O E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 157 pleto. Era de noche cuando entraron en el cenáculo. Allí les esperaba María, la Madre de Jesús, y las otras santas mujeres. Estando todos comiendo, se les apareció Jesús y les man– dó que al día siguiente se reuniesen todos en el monte de los Olivos para darles su bendición. A los cuarenta días justos de su resurrección, Jesús sa– lió de Jerusalén acompañado de sus apóstoles y de un gran número de discípulos. Bajaron por las gradas que condu– cían al valle del Cedrón y pasaron junto al huerto de los Olivos. Subieron después la suave pendiente del monte Oli– vete, y, ya en la cumbre, Jesús les dió las últimas reco– mendaciones. Se despidió primero de su Santísima Madre, luego de Pedro y después de los demás apóstoles y discípu– los. Finalmente, levantó la mano para bendecirlos y he aquí que, mientras les bendecía, comenzó a elevarse hacia el cielo. Todos le siguieron con los ojos hasta que una nube blanca le envolvió y le ocultó. Así estaban, mirando a lo alto, cuando unos a'.ngeles les dijeron: -V arones de Galilea : ¿_Qué hac,éis mirando al cielo? Sabed que este Jesús, que a vuestra vista ha subido al cie– lo, vendrá así como lo habéis visto subír. Los aipóstoles y discípulos, tristes, pero resignados, vol– víeron al cenáculo a esperar al Consolador que .. Jesús les había prometido. Aquel día brillaba un sol sin• nubes. Las mieses estaban ya recogidas. Los árboles de Getsemaní parecían mudos gigantes de aquella divina escena. En los campos negrea– ban los olivos y en el cenáculo de Jerusalén se cerraban las puertás para dar principio a unos días de recogimiento y de oración.

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