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110 SILVERIO DE ZORITA Un silencio denso reinó en aquella soledad del campo y del espíritu. Pedro miró a su alrededor, a fin de descu– brir algún signo de valor en sus compañeros, y no lo en– contró. Miró a Jesús y le pareció más incomprensible que nunca. Quiso hablar, pero no tuvo valor para rom:Per con su palabra aquel misterioso silencio. Fué Salomé, la ma– dre de Juan y Jacobo, 1a que, acercándose a Jesús, le dijo en tono confidencial : -Señor, sé que vas a inaugurar tu i·eino en Jerusa– lén. Mis hijos no. ·cesan de repetírmelo ::t. todas horas. Tü sabes lo que son fos hijos, pl,lra una madJ::e., Los míos te han sidQ fieles y te han seguido desde el_principio. de tus correrías apostólicas. A cambiq de esto,• yo, como· madre, me atrevo a pedii-te para ellos u.na gra~ia : ,que estén los dos cercll de Ti •e.n tu. reino, el uno a. la • dereéha y otro a la izquierda. Jesús la m;iró .con .ojos de tristeza al vei: •la gran equi– vocación de: aquell'a mujer rMpecto al· reino, mesiánico. -No sabéis lo que pedís-dijo, mirando a Juan y a Jaeobo, que se habían querido: escud~r en su .madi:e-. ·¿'Po– dréis'bebér el cáliz que yo he. de beber? :_Sí podenióS-'Contestaron '.,los' dos hernianos. -En verdad os digo que beberéis el cáliz que yo ·be de beber,. y se11éis bautizados· con el bautismo •eón .qüe yo '.seré hau,tizado, pero el ·sentaros: a mi·derecha o. a. mi izquier– da, a ..•mí no me 'toca 'otorgarlo, sino a aquellos. para qufo– nes mi Padre lo ha: dispúesto. Dos ambiciosos' her:i:nanos queclai·on tristes,,y Pedro lt>s miró con gesto de mal humor. ' .:.....e¿ Qué' pensarán ser ellos? ¿Acaso e1, Maestro no' le l:i:ahía nombrado' a, él jefe supremo .del nue-vo tei:O:o? · · Entre los apóstoles surgió 'una disenslÓn que• Jesús tuv'o

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