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112 SILVER.CO DE ZORITA ·no es bien mirado eutre mis compatriotas, pero procuro eon mis buenas obras suplir lo malo de mi empleo: Doy !a mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he de– h-audado, le devuelvo el cuádruplo. Como :veis, Señor, no roy tan malo como piensa la gente. Jesús quedó maravillado de aquellas palabras tan sin– -rel'as, y, mirándole con carü;ío, le dijo : '---'No te apenes, Zaqueo, ·que hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto tú eres también hijo de Abrahán. Zaqueo abrió de par en par la puerta de su casa y se portó con Jesús espléndidamente. · En el patio, sin atreverse a entJ:ar, quedaron los far:i~ seo,<,. ¡ Eran los espías, que nunca faltaban! Les molestaba ,que Jesús, que se deeía observador de la 0 Ley, comiese con ~qnel publicano. Al salir de la ciudad sü encontraron con Bartimeo, el í:amoso ciego de Jericó, qne pedía limosna a grandes voces para mover más. a piedad. Bartimeo oyó el alboroto de la gente, y, extrañado de ~quel griterío, preguntó qué era Jo que ~cedía. ----'Jesús de Nazaret~le dijeron-, que va a Jerusalén. Bartimeo había oído hablar mucho de .Jesús, y comen– ~ó a gritar: --.c.Jesús, HJ,ijo de David, ten piedad de mí. -CáUate---le dijeron algunos, que creyeron oír en las palabras del ciego poco menos que una blasfemia. Pero a Bartim~ lo único quia fo preocupaba era recu– verar fa vista. y así siguió gritando cada :vez con mas {ue1-za: -Je&tís, Hijo ·ae Davlcl. ten piedad de mi.
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