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B A J O E L A N l L L O D E L P E S C A D O R 121 Pedro y Juan salieron a hacer las compras. No tardaron en dar con una tienda en la que se vendía de todo lo ne– cesario para la ceremonia de aquella noche. Compraron el cordero; las lechugas silvestres, algunos higos secos, dáti– les, uvas y algunos panes ácimos. Pedro cargó con el cordero y Juan con lo demás, y vol• vieron inmediatamente al cenáculo para disponerlo :todo. Al ponerse el sol, llegaron a Jerusalén Jesús y los otros discrpulos. El padre de Marcos saludó a Jesús respetuosamente y le ofreció la casa por todo el tiempo que permaneciese en Jerusalén. Jesús vió el cenáculo y lo encontró muy ordena– do y suntuoso. Llegada la hora de la cena, se recostaron todos en sus divanes y se dispusieron a celebrar la cena legal. Jesús entonó los salmos litúrgicos y ordenó a Pedro que subiese el cordero. Unos momentos después, apareció en una ;fuen– te de barro el cordero aún humeante. Hubo un silencio religioso antes de comenzar la cena. Jesús abrió los labios y dijo conmovido.: -Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vos– otros antes de padecer, porque os digo que no la comeré más hasta que sea cumplida en el reino de Dios... La impresión que causaron estas palabras en el alma de los apóstoles no es para descrita. Se llenaron de tristeza al oírlas. j Otra vez volvía 1a terrible idea de la muerte del Maestro, y esta vez con más tétricos colores y con más in– dicios de proximidad. Como 0 el niño tiembla ante el cuarto misterioso donde le
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