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122 SILVERIO DE ZORITA han dicho está el terrible ogro que le ha de de:vorar, a.sí los apóstoles temblaron ante el anuncio insistente de la muerte del Maestro. Pedro,· sobre todo, sintó que el corázón se le hundía en el más terrible de los.. abismos. __,,¿Será verdad-se decía-'qlle el Maestro caerá dentro de breves horas en manos de sus más crueles enemigos? · El cordero estaba sobre la fuente, como la imagen :m'ás acabada de la víctima que se deja matar sin ·proferir un gemido... Jesús, según costumbre, narró una vez mas la his– foria de la noche trágica de Egipto, cuando el ángel exter– minador dió muerte a todos los primogénitos. Los apóstoles le escuchaban con el corazón oprimido p~r la tristeza. Las palabras del Maestro tenían aquella noche un to.no misterioso. *** De pronto Jesús se levantó de la mesa, se dirigió a un ángulo de la sala, cogió una toalla, se la ciñó a la cintura, echó agua en una palangana y se acercó, como un criado, a Pedro. Jesús, de rodillas, se dispuso a lavar los pies a su dis– cípulo. ......,,Señor, ¿ Tú la:varme a mí los pies?-"-preguntó Pedro, todo nervioso. -Lo que Yo hago, :tú no fo entiendes ahora; lo enten– derás después-Je dijo Jesús con inmensa dulzura. Pedro, excitado, no supo qué hacer para convencer a su Maestro de que aquello que intentaba realizar era oficio de esclavos. Vió pasar por su imaginación, en .un momento, todos los milagros de Jesús : los muertos resucitados, los enfermos cu- . . . rados, la tempestad calmada... y se avergonzó más aún. No;

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