BCCCAP00000000000000000000913
B A 1 O E IJ A N 1 L L O D E L P E S C A D O R 123 él no permitiría jamás que su Maestro, a quien habían obe– decido las enferm~dades, los vientos y la muerte, le lavase a él los pies, y menos en aquella noche memorable, la no– che de la· libertad del pueblo judío. Deteniendo con las tnanos a Jesús, que ya estaba para derramar el agua, le dijo con palabras llenas de humildad : ,__,Señor, no me lavarás los pies jamás. Jesús, de rodillas como estaba, ·las manos metidas ya en la palangana y dispuesto a lavar los pies sucios de Pedro, le dijo:' -Si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo. Pedro cambió de color, quedó un momento pensativo y, temblándole los labios, de emoción, dijo: ;.-Señor, si Tú así lo quieres, me dejaré lavar no solo los pies, sino también las manos y la cabeza. En medio de un silencio sepulcral, se oyó caer el agua sobre los pies de Pedro. Jesús, después de lavarlos, los seco con la toalla y los besó. Pedro sintió en los ojos como un fuego que se los abrasaba. El ejemplo de Pedro no dejó hablar a los demás. Todos 11e dejaron lavar los pies sin la miis leve protesta. Terminado el lavatorio, Jesús se recostó de nuevo a la mesa y comenzó a decir :' -El que está limpio no necesita que le laven de nuevo sino los pies; vosotros estais limpio;, pero no todos~y al decir esto miró a Judas, que estaba allí con el alma man– chada por la más negra traíción. Jesús, sofocado por el ejercicio que acababa de hacer, suspiró profundamente y, mirando a los apóstoles con los ojos llenos de tristeza, les dijo : -En v~rdad, en verdad, os digo que uno de vosotros me ha de entregar.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz