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BAJO EL A NI L LO DEL P, E se A D O R 129 Abrió los ojos al oír la :voz de Jesús, pero, Mmo sucede ,en esos momentos en que un ruido imprevisto nos despier– ta, se :volvió a quedar dormido. El sueño pesado de sus após– toles fué un momento de prueba para Jesús. Había venido en busca de ánimo, y se encontró con hom– bres dormidos. Volvió de nuevo a su oración y comenzo a repetir las mismas palabras, esta :vez con m~s fervor. ---.Padre, si esto no 1 ¡_:mede pasar sin que Yo lo beba, há– gase tu :voluntad. Los suspiros de J e~ús en medio del silencio de la noche ,eran esfremecedores. No parecía que quien gemía en aé[uf'l desamparo era el mismo qne había calmado las tempesta– des y dado salud a los enfermos. Jesús se encontraba solo, aplanado, como un enfermo de gravedad qne sólo acierta a gemir porque no puede ha– .cer otra cosa. La soledad, el canto metálico de los grillos .entre la hierba, el zumbido monótono de los mosquitos ,reunidos al remanso del valle, hasta el choque de las hojas rígidas de los olivos al ser movidas por el :viento, herían 511 :Sisiema nervioso, destrozado por los sufrimientos morales .de .aquella noche. En aquel desamparo, sintió necesidad de <Consuelo y se dirigió otra :vez a sus apóstoles. ·¡ Pero los vol– vió a encontrar dormidos'!' Pedro, con ese movimiento mecanico del que se ha dor– mido bajo una preocupación, al oír cerca de sí los pasos .del Maestro, abrió los ojos, pero no fué capaz de reaccionar. r¡ Estaba cargado de sueño ! Jesús, ante aquel sueño tan tenaz de sus apóstoles, se Tetiró sin decir nada. Llegó al lugar de su oración y repitió por tercera vez las mismas palabras con esa extraña monoto– nía en la que incurren los hombres cuando una ini~nsa amargura los domina. El esfuerzo psicológico de Jesús fué 1)

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