BCCCAP00000000000000000000913

132 SILVERIO DE ZORITA que había hablado. Fué ent<>nces cuando, saliendo de su grupo Judas, se acercó a Jesús y, dándole un beso, le dijo :. -Dios te salve, Maei=;tro. -;.Judas, amigo mío-le contestó Jesús con infinita ter- nura->, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Siguió un momento de trágica confusión. Los esbi:r,roa se apoderaron de Jesús, que se dejó maniatar. Pedro, des– orientado ante aquella actitud pasiva del. Maestro, preguntó ner:viosamente : .....;Señor, ¿herimos con la espada? Fué un:a pregunta inútil. Sus nervios no esperaron con– testación; Je:vantó la eepada y descargó el golpe sobre uno de ]os .criados del Pontífice,. llamado Maleo. La espada res– baló por el yelmo y cortó la oreja derecha. Los gritos del herido aumentaron la confusión. Una re• friega en toda forma se organizó en un: momento, y, a no ser por la intervención conciliadora de Jesús, la lucha des– igual hubiera sido de fatales ~onsecuencias para los após– toles. --.Vuelve tu espada a la :vaina-dijo Jesús~, pues quien (orna J¡¡_ espada, a espada morirá, ¿El cáliz que me dió mi Padre no Jo he de beber? ¿O crees que no puedo Yo rogar a mi Padre que me enviaría luego doce legiones de ánge– les? ¿ Cómo van a cumplirse las Escl'ituras de que así ~on– :viene que sea? Y ac.ercándose al herido, que yacía en tierra quejándose desesperadamente, recogió la oreja del suelo Hena de san– gre y, aplicandola a Sll sitio, la curó. *** Pasados los primeros momentos de. confusión, se acerca– ron, con aire de legalidad, algunos de los príncipes de los

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz