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B A J O E L A N 1 L L O D E L P E S C A D O R 137 -¿ Qué me decÍs'-'-preguntó uno-del que cortó }á or.e- ja a Maleo? -;Que es un cobarde. -¿Y de lo.s otros que le acompañaban? -Lo mismo. Pedro, que es~aha solo, al oír aquella conversación, se acercó al grupo de soldados para disimular. Saludó y se ¡¡;entó en el suelo junto a la lumbre. Cuando estaba más tranquilo calentándose, llegó la por– lera, la cual, después de gastar algunas bromas. soeces cc,n los soldados, dijo a Pedro con toda desfachatez:· :......s¡También tú eres de los de Jesús NazarenoT Pedro palideció como un muerto, fingió no entender fo que decía la imprudente charlatana, y, mirándola con cier– to desenfado, le contestó : ---eNi le conozco, ni sé lo que dices. Y, sin dar más importancia a la estúpida mujerzuela,. continuó calentándose. Siguieron los soldados con sus chocarronerías y bufona– das. Pedro, cada vez con más miedo de ser descubierto,. dió no sé qué pretexto y se retiró al otro extremo del pa– tio. Allí estaba el gallinero y pudo oír perfectamente el canto de un gallo. , Para quitarse el frío comenzó a pasear, y, al •pasar pm· delante de una de las puertas que daban acceso a las ha– bitaciones de Anás, se encontró de nuevo con la portera~ que esta vez venía acompañada de otras empleadas de la casa. Al verle tan solo, se acercaron todas y la portera dijo: -Este también es uno de ellos. Todas le miraron con ese desenfado propio de la gente baja y le rodearon aparatosamente, como suele suceder
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