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B A J O E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 153 peces que entraron en la red fué enorme, tanto, que ape• nas podían arrastrarla a tierra. Juan recordó inmediatamente la pesca milagrosa, y, acercándose a Pedro, le dijo al oído : -'¡Es el Señor I: Apenas Pedro oyó aquellas palabras, se ató como pudo la túnica y se tiró al agua. Llevado de su gran amor a Jesús, no esperó a llegar eh la barca. La distancia que recordó a nado íué de unos dos– cientos codos. Poco después llegaron los demas con la harca, arrastran• do la red repleta de peces. \ Al llegar a tierra vieron unas brasas, un pez puesto so- bre ellas y un pedazo de pan. ~Traed de los peces que habéis cogido ahora-1es dijo Jesús. Pedro, con su característica impetuosidad, cogió de una punta la red y la acercó a la arena. Cogió uno de los ma– yores que aún estaba coleando y se lo entregó a Jesús, que le puso sobre las brasas. La pesca había sido tan extraordi• naria, que tuvieron el gusto de ponerse a contar los !peces. Ciento cincuenta y tres contaron de los grandes; los peque• ños eran muchísimos. Y, cosa nra, a pesar de ser tan gran– de la cantidad, la red no se rompió, y eso que estaba algo pasada por el mucho tiempo que llevaba sin usarse. Terminado el recuento de los peces y echados los gran• des a la barca, Jesús les invitó a probar los que estabaµ en las brasas. -'-Venid y comed--les díjo. Todos se sentaron en la arena en torno a Jesús, pero ninguno se atrevió a preguntarle «¿, Tú quién eres?)), pues todos sabían que era el Señor.
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