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por cuatro columnas , aparece se rena y maj estuosa la bella imagen tres veces secular de Jesús Nazareno, del Cristo de Medinaceli. Si deseas contemplarla más de cerca, sube al camarín y podrás verla y admirarla a satisfacción. Su aspecto impresiona a todos... Pero, mientras que para unos es sólo mo tivo de so rpresa y admiración, para otros sirve de invitación al recogimiento, a la reflexión, a la plegaria fervorosa. De ella, de esta imagen, se dan unas rápidas pinceladas. Es, en primer lugar, una artística escultura de media– dos del siglo XVII, totalmente tallada, de altura más que regular, midiendo un metro con setenta y tres centímetros, labrada por un artista sevillano cuyo nombre se descono– ce . Está en pie, vestida de terciopelo morado; su cabeza, erguida y valiente, fue hecha para llevar corona de espinas; sus cabellos son también al natural, aunque más cortos que la larga cabellera que viene ostentando siempre desde los primeros años de su estancia en Madrid; la tez aparece morena y un tanto ennegrecida, más por la pátina del tiempo que por obra del escultor; la cara es de facciones un tanto duras y severas; tiene la boca un tanto entrea– bierta; la barbilla, bastante corta; los párpados , medio cerrados y en actitud de dirigir al suelo; los ojos, recatados y sumisos . Los brazos están entrecruzados y maniatados como si fueran los de un vu lgar facineroso, mientras que del cuello pende una gruesa y nudosa cuerda; los pies, descubiertos y desnudos, descansan sobre sencilla peana. Todo parece indicar que el artista quiso reproducir así la escena de la Pasión, en que el presidente Pilatos, des– pués de interrogar a J esús privadamente, lo saca fuera del pretorio y lo presenta al pueblo que vociferaba contra él, 6
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