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Muy particularmente concurridos fueron ya en aque– llos primeros años de estancia de los Capuchinos en la capilla de Jesús. Por eso mismo precisamente en 1900 podía afirmarse que "antes de las seis de la mañana hasta las ocho de la noche la capilla, junto con el patio, estuvo enteramente llena de gente, y millares de fieles desfilaron y besaron la venerada imagen". El número de los que, en 1907, se acercarían a besar el pie del Nazareno, se calcula– ba ya en más de veinte mil, número que fue aumentando notablemente con el correr de los años. Pero, con ser esa tan llamativa, no constituyó la princi– pal manifestación de la devoción a Jesús ni tampoco es su floración más práctica. Como ya escribía muy acertada– mente el cronista, hablando del primer viernes de marzo de 1900, "el fruto principal lo notamos en la multitud de confesiones y comuniones, que es lo más íntimo y aprecia– ble en una devoción, y es, por fortuna, lo que en ésta de Jesús se encuentra y se patentiza fácilmente". Y a ese fruto de confesiones y comuniones debe agre– garse el de la conversión de no pocos pecadores pudiéndo– se repetir las palabras que consignaba en 1705 uno de los más entusiastas propagandistas de esta devoción y que, a nuestro juicio, resumen su historia hasta el presente: "Res– plandece especialidad en trocar corazones obstinados y convertir con su vista a los pecadores más endurecidos en sus vicios." Es una verdad enseñada por la experiencia de entonces y posteriormente. Aparte de atender a los ministerios sacerdotales, cele– bración de la santa misa y predicación de los Capuchinos en la capilla debían atender también a las Congregaciones piadosas que en ella se fueron estableciendo, como la V. Orden Terciaria de la Sagrada Familia Escapulario Azul de la Inmaculada, Madre de la Divina Providencia, algu– nas de las cuales fueron erigidas con anterioridad. Presta- 74

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