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Y ciertamente podemos asegurar que esas palabras con– densan, a nuestro juicio, toda la historia de esta devoción, lo mismo entonces que en siglos posteriores, y hasta en nuestros días. No se encontrará en la narración de las gracias concedidas por Jesús Nazareno, ni grandes mila– gros ni curaciones prodigiosas, pero sí abundancia de fa– vores extraordinarios e inesperados y, sobre todo, conver– siones tan frecuentes y asombrosas y, por otra parte, tan repentinas, que a veces ha bastado una mirada a Jesús, una visita a su iglesia, el rezo de un Padrenuestro, para que corazones empedernidos hayan encontrado la gracia de la conversión y la vuelta al recto camino. Además: se hizo conocida y célebre esta imagen de Jesús Nazareno, así por las muchas gracias concedidas como por el recuerdo de los ultrajes y afrentas de que le hicieron objeto los moros en Mequinez. De tal manera que, ya a comienzos del siglo XVIII , su devoción se había extendido y divulgado notablemente por España, Austria, Polonia, Hungría e Italia e incluso propagado a América, donde se había dado a conocer por medio de retratos, imágenes, estampas y medallas. Y, como era natural, fue– ron los Padres Trinitarios los que más contribuyeron a esa propaganda y difusión, comenzando por sus propios conventos. Así, ya en los primeros años del siglo XVIII, apenas se encontraba convento de la Orden Trinitaria don– de no hubiese una copia más o menos exacta o una repro– ducción más o menos devota de dicha imagen, siendo particularmente conocidas las de Alcalá de Henares, Val– depeñas, Toledo , Alcázar de San Juan, Salamanca, Sevi– lla, Barcelona, Viena, Roma y otras. No puede negarse en manera alguna que el pueblo madrileño sintió singular predilección por esta devoción hacia Jesús Nazareno, llamado entonces del Rescate. Has– ta el punto de que, aun en 1809, podía afirmar el triste- 57

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