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Sin embargo, la devoción que desde aquel momento comenzó a prender ya muy vivamente en el pecho del pueblo madrileño, no satisfecha con eso, quiso se labrase para ella una suntuosa capilla particular. 48 "¡Padre mío, Jesús Nazareno, Rey eterno de cielos y tierra! Un magnifico templo te ha alzado la ferviente piedad madrileña... Padre mío, Jesús Nazareno, que vengan, que vengan, presurosas las almas a verte y a sentir de tu amor las saetas; que se postren fervientes y humildes a admirar tu sublime belleza, y a rendirte sus frentes altivas, y a implorar tu bondad y largueza... Que besen tu planta con fervor, humildad, reverencia, y esos ósculos santos se tornen en perfumes de puras esencias y en lluvias copiosas de favores y gracias inmensas. " Fray Cándido de Viñayo

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