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el riesgo de faltar a nuestra fe ... , suplico a Vuestra Majes– tad humildemente se sirva de mandar por el camino que fuereposible, se rescaten y juntamente las imágenes de la iglesia, a que estoy pronto a ir yo en persona, aunque sea arrastrado, por hacer este servicio a nuestro Señor y Vues– tra Majestad." Ni se dio por satisfecho con eso. Estuvo en contacto directo con los cautivos, recibiendo de ellos repetidas car– tas en que le pintaban con vivos colores su estado mísero y sus horribles sufrimientos y asimismo el peligro continuo de apostatar. Movido por eso él hace lo propio con el rey y el Consejo de Guerra, escribiéndoles frecuentes cartas, desde junio a diciembre de 1681, e insistiendo siempre en la misma idea: el pronto rescate de las imágenes y de los cautivos por el riesgo que éstos corrían de apostatar, y haciendo por otra parte el mismo ofrecimiento de ir él personalmente, sin miedo alguno a lo que pudiera suce– derle. Movido el Consejo de Guerra por aquella primera car– ta que le escribió el P. Andrés de La Rubia, mandó el 18 de junio librar tres mil doblones con destino al rescate de los cautivos, añadiendo debían ser preferidos las mujeres y los niños por el mayor riesgo que corrían, ordenando también que juntamente se rescatasen las imágenes, para lo cual podría valerse del citado capuchino P. Andrés o de los Trinitarios o de los Mercedarios. Así lo determinó por su parte el rey con apremiantes expresiones. Pero no fue suficiente todo eso para el cobro del libramiento. Tanto que el Consejo de Guerra, instado por las cartas recibidas del P. La Rubia, del último gobernador que había sido de Mámora, de los propios cautivos y también del Padre Juan de Santa María, Misionero Apostólico en Mequinez, cuyo contenido venía a reducirse a lo expuesto, se vio obligado a urgir y mandar una y otra vez, desde junio a 37

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