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plo, el P. Provincial, Alejandro de Granada, de quien sabernos que, en los primeros meses del año 1665, envió a Melilla, otra plaza encomendada a los Capuchinos, nada menos que "mil quinientos ducados de ornamentos para la iglesia e imágenes de primorosa escultura". Pero ante ese hecho y, por otra parte, ante las necesi– dades que tanto en ornamentos como en imágenes experi– mentaba la iglesia de Mámora, más apremiante aun que las de Melilla, no se puede dudar que otro tanto debió hacer con ella el mencionado P. Provincial. Es más: cree– mos que fue entonces o poco después cuando la imagen de Nuestro Padre Jesús, en su majestuosa actitud del Ecce Horno, fue llevada a Mámora, según vamos a exponer seguidamente. "Para llevar a cabo una obra tan grande -la dispensación y comunicación de su obra salvadora- Cristo está presente en su Iglesia, principalmente en sus actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la Misa, no sólo en la persona del ministro, sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presen– te con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es El mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Escritura. Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "donde están dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Catecismo de la Iglesia católica, 1088). 24
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