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bilitar el desembarco. A pesar de todo el de Elda y el de Fernandina barrieron con sus galeras la playa, y al abrigo de sus fuegos, saltaron a tierra dos mil soldados, que, formados en cerrado escuadrón, marcharon luego contra el fuerte, que no ofreció mayor resistencia, rindiéndose el día 5. El 6 se apoderaron de los bajeles enemigos y el 7 las operaciones de ocupación habían terminado felizmente . Entre tanto que aquéllas tenían lugar, el almirante Vidá– zabal cañoneó con sus buques a Salé, para distraer así la atención de los moros, y a su vez otros barcos de la escua– dra destruyeron los corsarios berberiscos y otros aventu– reros europeos que había ocultos en las próximas ensena– das. Se ocuparon igualmente los lugares estratégicos de al– rededor de Mámora y se dio comienzo a fortificarla mejor, mientras se pedía socorro a España, donde la noticia de la toma de aquella plaza fue recibida con extraordinarias muestras de alegría. Pronto llegaron nuevas tropas de tie– rra y también refuerzos materiales y cuando Mámora es– tuvo ya suficientemente amurallada y fortificada, se enco– mendó su defensa y custodia a una reducida guarnición de soldados, como se había hecho con las otras plazas que España tenía en Africa, mientras la escuadra, con todos los hombres que en ella habían ido, regresaba victoriosa a Cádiz, su punto de partida. 14
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