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diciendo: "He aquí al hombre", o, por mejor expresión: "Aquí tenéis a vuestro rey". Esa fue seguramente la idea y el pensamiento del es– cultor: sorprender al divino Nazareno en aquel momento histórico y solemne de su vida, y puede asegurarse, sin género de duda, que lo logró a maravilla. El porte de Jesús no puede ser ni más augusto ni más majestuoso. No obstante que su mirada se dirige al suelo en actitud humil– de, aparece sereno y, al propio tiempo , consciente de lo que es: reo en apariencia, pero rey muy verdadero en realidad. No puede negarse por otra parte que la imgen fue hecha a propósito para ser vestida, tal y como se ve y como siempre se veneró. Sin embargo, al contrario de lo que sucede con la mayoría de las imágenes realizadas con idéntica finalidad, lo propio que acontece con la de Jesús del Gran Poder, de Sevilla, ésta del Nazareno está total– mente tallada y encarnada, si bien el artista puso mayor esmero e interés en tallar aquellas partes del cuerpo que habrían de quedar al descubierto: cabeza, brazos y pies. Así es en el aspecto físico, material, escultórico esta bella imagen de Jesús Nazareno, venerado en siglos pasa– dos con la advocación de Jesús del Rescate y en la actua– lidad más corrientemente con la del Cristo de Medicinali. El es y ha sido para el creyente centro de culto y de adoración, motivo emocionante de piedad e incentivo de acrisolada devoción. Según quedó indicado, aquí van narradas al pormenor la procedencia y la historia de la imagen en páginas poste– riores, pero antes es preciso referir hechos y acontecimien– tos que le sirven de marco y que además están en íntima relación con la misma. Tal sucede con la fortaleza africana de Mámora y asimismo con la estancia de los Capuchinos 9

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