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Pues bajó E!l milagro· a la tierra, ante los enemigos de Cristo : y aquellas po– ca;s monedas, a todas luces insuficientes como peso incapaz ,de c;ontrarrestar el de ,,la imagen, hideron que subiera des- mesurada)neiüe el platillo donde reposa– ba aquélla, ant,e los ojos desorbitados de los moros. Enfurecidos con lo que veían no qui'sie– ron entregar la imagen milagrosa; la arrojaron al fuego violentament_e. Pero, ¡ah!, que las llamas conocen al que ca– niinaba sobre las aguas, al que pi'saba la tierra floreciéndola rnaravillosa:mente, y se apartaban de su apariencia, la besa- 1.han dulcemente, dejándole, eso sí, la hue .. Ha de _humo ,de su hervor litúrgico. Varias veces s_e registró el nuevo mi– lagro. Y aun se acrecentó con trazos ya sombríos: aquella misma noche se· des– encadenó en la ciudad .ca,roeliaria una peste sumamente' espantosa; que empezó por hacer sus víctimas a los feroces guar– dianes de Jesús Nazareno·. Francamente horrorizados ya los in* fieles se apresuraron a 11.evar la imagen 49

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