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n1inaba a seguirme era forzoso que en– trase tras de mí en el río o diese al tra– vés en la p,laya; sucedió como lo he di– ·cho, y cuando me vi,eron, n.o pudiendo remediarlo, sólo me tiraron algunos po– ,cos mosquetazos y caño~azos, porque el ,tiempo fué• tan breve que no pudieron hacer mayor mal. "Entré, y fui la paloma del diluvio: me ,dio mi'l abrazos .el buen viejo Lechu– ga, qu,e era gobernador de aquella pla– za y la había defendido tan valerosa- . mente. "Comenzaron a desembarcar los per– trechos y los navíos a zar.par, parecién- . doles que la ·Armada real estaría allí pronto, en lo cual pensaban bien, pues llegó al otro día por la tarde. M.e fui a comer con el gobernador, y est_ando co– miendo tocaron arma, y avisado lo que era, dijeron que seis matasiet,es, que ve– nían de paz. Manidó abrirles y que los . llevasen a casa de un judío, intérprete, dond.e era sólito ir, pues I.es daban de co– mer y tabaco, y así los hallé yo. Estos matasietes se llaman así por ser cabaUe- 34
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